miércoles, 26 de marzo de 2008


Desde pequeño he tenido problemas de autoridad. No se, me fascina retarla. A veces de una manera de mas pendeja, hay que reconocerlo, sin embargo, el común denominador de mis estupideces legales es la adrenalina momentánea y si se puede lo cómico de la situación visto unos cuantos días después.


Si, así es, siempre metido en pedos. Hay que aclarar un poquito en este punto que mis problemas legales nunca han cruzado la línea del delito. Siempre faltas menores y pendejadas similares.


Mi queridísimo amigo El Puerco, Vizconde de Morcef y su nunca humilde servidor, en una ocasión hicimos el recuento de las “Faltas al bando de Policía y buen Gobierno” (así se llama el reglamento de policía aquí y en muchos municipios del país) que hemos cometido, ya sea juntos, ya sea por separado y llegamos a la (probablemente) celebre suma de 42 faltas cometidas de 57 que maneja el susodicho reglamento. Todo un record si me preguntan (o a cualquiera, en especial a un policía). Años han pasado en que descubrí que la anarquía era una pendejada adjunta a la pubertad (sin menospreciar las utopías de Bakunin y Spinoza, que como utopías han de tratarse con los pies en la tierra) y años han pasado y seguirán pasando y mi afán por cagarla no disminuye.


De unos años para acá he pensado que tal vez mi vida sería menos complicada si no tuviera la absurda manía de meterme en líos por el simple y llano gusto de hacerlo, tal vez (y solo tal vez). De lo que estoy seguro es que no sería tan divertida como lo es y lo ha sido.



Quiero empezar un relato, pendejo si quieren, pero al fin y al cabo verídico, sin embargo, no puedo hacerlo sin ponerlos en antecedentes y para ser congruente con el inicio del post comenzaré diciendo lo siguiente:


Hace unas semanas, en algún punto de la ciudad, unos amigos (sujetos inigualables) y yo, fuimos interceptados por elementos policiales de la AFI (Agencia Federal de Investigaciones) para revisar el vehículo donde viajábamos para buscar armas y drogas (me cago de la risa). Lo anterior fue ocasionado por las múltiples ejecuciones que se han estado (ejecutando??) dando en la ciudad, así como en todo el estado (ya llevamos mas de 200 en lo que va del año).


Los uniformados se acercan al vehículo, encapuchados y armados con M-4 s. Envalentonados por el poder que les da la unión de la placa con la preparatoria trunca, nos “invitan amablemente” a descender del vehículo (si, cual ladronzuelos temblorosos por la malilla), a lo que accedimos a regañadientes. Una vez en tierra, el que parece ser el comandante (lo cual infiero por ser el único del grupo con una SMG, aparte de ser el gritón) nos da la orden de poner las manos en la cajuela del vehículo (portaequipajes) para ser cacheados. Todos accedimos, no sin que el de la voz protestara por el trato y al ser contestada mi queja con un chilanguismo (idioma del que emigra de cualquier parte del país al Distrito Federal y considera a éste como su tierra y fuente de esperanza, cuya presencia sólo puede ser superada en nefastez por su acento cáeme-en-los-purititos-huevos) se topó con un poco de afecto norteño. Si, de ese que cala y que le repatea tanto a chilangos como a pochos de mierda.


Empecé con un baile erótico al oficial que le correspondía mi revisión corporal (obviamente al tiempo en que realizaba ésta). Al ser repelido por el guardián de la seguridad federal se me pidió que permaneciera a un lado del vehículo, lo cual no podía menos que cumplir (en pos de la justicia dijo doña blanca). Empezaba a ningunear a los Analfabetas Feamente Imbeciles cuando fui repelido por Mr. Ch. (no, no me refiero al chapulín colorado, aunque podría pasar por el), quien asustado por la irreverencia trataba de reprenderme, cuando a lo lejos se escucha el gordou marranou mexicanou diciendo con un aire digno de María Félix: “Es mi carro y no me muevo, aquí los voy a estar vigilando!!!”, a lo que el uniformado responde (léase en tono chilangote): “A poco cree que le vamos a robar algo joven??” y mi gordou ni tardo ni perezoso le dice: “Pues si los conozco, lo que me apura no es que me roben, es que me echen algo, pinches roñosos!!!”. Escuchado lo anterior, Mr. Ch no tuvo mas remedio que comenzar a desvanecerse cual borracho en pulquería (y eso que no toma), se sentiría popotitos la de la canción por que le temblaban las piernas feo y estaba blanco blanco el pobre wey.


Para no hacerla tan cansada lo voy a dejar en dos partes y esta historia continúa.