....y dios dijo.......
Ser parte de algo nos lleva a conocer a profundidad ese algo o parte fundamental del mismo. Desde ahorita les digo a los que no lo hayan experimentado. Si (y mil veces si), ser parte de un grupo de Rock es la mamada. Mas allá de las fantasías con las que todo rockstar en potencia y cualquier adolescente sueña es, por si misma, una experiencia única. Sin fama y sin dinero, sin el clamor de un estadio deseoso del que se para frente a ellos tocando un instrumento y deshaciéndose a media canción, en un rictus apenas imaginable para el poseedor de un disco, contenedor de los himnos de rebeldía y generación, sin un contrato que te asegure vivir de tu pasión.
Bienvenidos a la escena local, siempre incomprendida y siempre pisoteada fuera del toquín, mientras que en éste se desatan todas las pasiones que se desbordan frente a un grupo de clase mundial pero gastando menos lana para asistir y sin restricciones marca OCESA. Bienvenidos dije.
No hace mucho que el de la voz arrancaba notas desenfrenadas de un trozo de madera, seis veces encordado y afinado en Re, acompañado de un personaje Irlandés disfrazado de puerco, cuyo abolengo supera en mucho el mote de Vizconde de Morcef, quien se convulsionaba al ritmo siempre preciso de sus dedos al golpear al coloso de cuatro cuerdas. A nuestro frente el Turbonegro, gimoteando canciones de nuestra autoría sin mas concesiones que las que brindaba a su escueto cuerpo visiblemente sin vida. El maestro de los tambores, hermoso como su apodo, insolente ante los cueros que hace mucho dejaron de serlo para dar paso a los plásticos y a la tecnología.
Two days tour. Chihuahua y Cd. Delicias. Viernes y sábado. Todo comenzó como debía comenzar, con la mirada escéptica del respetable y los nervios de los ponentes. Se apagan las luces y los cuatro novatos ebrios de adrenalina desatan un remolino al frente, violencia entre la multitud (que en honor a la verdad no rebasaban los trescientos), frenéticas cabezas en un vaivén headbanger confundidas con los ajetreos que implica el slam al interior del mosh pit. Al elevarse de súbito el escenario ante el asombro de los asistentes (incluidos los incitadores) resonó el lugar en vítores y proclamas de entusiasmo.
Bienvenidos a la escena local, siempre incomprendida y siempre pisoteada fuera del toquín, mientras que en éste se desatan todas las pasiones que se desbordan frente a un grupo de clase mundial pero gastando menos lana para asistir y sin restricciones marca OCESA. Bienvenidos dije.
No hace mucho que el de la voz arrancaba notas desenfrenadas de un trozo de madera, seis veces encordado y afinado en Re, acompañado de un personaje Irlandés disfrazado de puerco, cuyo abolengo supera en mucho el mote de Vizconde de Morcef, quien se convulsionaba al ritmo siempre preciso de sus dedos al golpear al coloso de cuatro cuerdas. A nuestro frente el Turbonegro, gimoteando canciones de nuestra autoría sin mas concesiones que las que brindaba a su escueto cuerpo visiblemente sin vida. El maestro de los tambores, hermoso como su apodo, insolente ante los cueros que hace mucho dejaron de serlo para dar paso a los plásticos y a la tecnología.
Two days tour. Chihuahua y Cd. Delicias. Viernes y sábado. Todo comenzó como debía comenzar, con la mirada escéptica del respetable y los nervios de los ponentes. Se apagan las luces y los cuatro novatos ebrios de adrenalina desatan un remolino al frente, violencia entre la multitud (que en honor a la verdad no rebasaban los trescientos), frenéticas cabezas en un vaivén headbanger confundidas con los ajetreos que implica el slam al interior del mosh pit. Al elevarse de súbito el escenario ante el asombro de los asistentes (incluidos los incitadores) resonó el lugar en vítores y proclamas de entusiasmo.
Noche de triunfo, noche de metal. Sin embargo, ello no significaría nada comparado con lo que esperaba en la vecina ciudad....................................................................................
Continúa.............